La obra de Marta es una puerta-espejo que ella usa para buscar a una niña que se ríe del fin del mundo.
Niña, que con sus manos recoge los trozos pequeñitos, y grandes (y medianos) de un espejo roto. Y sus dedos se derriten para que los bordes se cubran de sucarne fundida como cera o mantequilla, para que dejen de ser peligrosos y ya no corten. Y la niña no pretende juntar los trozos, sino seguir rompiéndolos. Mientras más espejos, más sitios tendrá para refugiarse.
Estas imágenes son y enseñan piezas de un secreto o rompecabezas, que sólo pueden canalizar los ojos de Marta, la lente mojada de su saliva, y detrás del objetivo, las pestañas empapadas de leche de cabra montesa, y la savia de un árbol viejo por legañas.
Ya falta poco.
Nana Ortega Orozco.
La exposición «Secretly a mirror», de Marta Cruz forma parte del programa Circuitos’22 organizado por la Facultad de Bellas Artes de Granada.