BLUE BOY CLUB

Leafhopper Project = Blanca Galindo + David Simón

Del 17 de octubre al 19 de diciembre de 2014, David Simón (Barcelona, 1984) y Blanca Galindo (Murcia, 1984) muestran, a través de un trabajo de antropología visual, la situación de las comunidades gay y transgénero en Malasia.

Del 17 de octubre al de 19 diciembre de 2014

SOBRE LA EXPOSICIÓN

Paula Puigmartí Esteva. Historia de la Crítica. Universidad de Granada

El encuentro con el proyecto de Leafhopper – formado por David Simón Martret y Blanca Galindo – ha sido realmente un viaje al Kuala Lumpur más íntimo y desconocido. Su obra, nos traslada a uno de los “misterios” que esconde toda ciudad, en este caso, la noche malaya del Blue Boy Club. Una de muchas realidades que permanecen invisibles, pero no por ello dejan de existir.

El ambiente que se ha conseguido en el espacio expositivo de la escuela fotográfica La Ampliadora, ayuda a que partamos hacia ese viaje a Malasia. Un reducido espacio, vestido de oscuras paredes, recrea lo que debe ser la atmosfera que se respira en el club. Un mundo que se esconde en la oscura noche ante un país musulmán en el que la homosexualidad es técnicamente ilegal. La “sharia” prohíbe dichas actitudes, penándose incluso con la prisión. Pero hay que plantearse que la realidad que viven es la peor de las prisiones; no poder ser uno mismo. Los LGTB malayos son considerados como inmorales, desviados  o incluso criminales.

Ayuda a contextualizar el Blue Boy Club, el sonido del video, el cual permite que podamos acercarnos aun más a los retratados, apreciar sus gestos, escuchar sus voces etc. Además de las fotos personales de algunos de los retratados con las que cuenta la exhibición.

Sobre el intenso negro de las paredes de la exposición destacan los colores tan singulares de las fotografías. El formato cuadrado de éstas, hace que se conviertan en una pequeña ventana por la que curiosear la noche trans malaya. David y Blanca han cuidado delicadamente la estética de su obra. Este proyecto no deja de ser antropología visual, por lo que la imagen es esencial. Con sus cámaras analógicas y un simple led portátil para iluminar a sus retratados y pese a todas las limitaciones que se les presentaron, viéndose obligados a desechar mucho del material, han logrado un resultado final asombroso. La obra es reveladora y poética.

La oscuridad del local contrasta con los colores vivos de los vestidos, las pelucas y el maquillaje que muestra la libertad que se les permite vivir entre esas cuatro paredes a los protagonistas de este capitulo de la noche malaya y de esta exposición.

El proyecto consta con diversos retratos, además de ciertas fotografías que destacan por la ausencia de individuos. Por ejemplo una bellísima fotografía del club deshabitado, el antes o el después de todo lo que se vive en ese espacio.

La intimidad que plantea un retrato juega con la intimidad de la historia que en este caso se retrata. Los retratos, realizados por estos dos jóvenes artistas, tienen una inmensa profundidad. Son bellos relatos biográficos de la vida de cada uno de los retratados. Las actitudes de cada uno de ellos hablan sobre esa realidad a la que deben enfrentarse diariamente. En los rostros se expresa esa libertad o “cautiverio” que plantea el club.

Este club es un oasis de libertad sexual como bien afirman David y Blanca. El Blue Boy Club es una puerta abierta hacia la felicidad. Resulta paradójico que deban encerrarse para poder hallar la libertad, pero el mundo actual en el que vivimos crea este tipo de situaciones como esta que brillan por su ausencia de racionalidad.

Se percibe en cada una de las fotografías como David y Blanca han penetrado en esta realidad con humanidad, han hecho propia esa lucha y todo ello queda reflejado en su obra. Tan intima.

El Blue Boy Club les permite no tener que reprimir su felicidad por mucho que  el gobierno les persiga o la sociedad les juzgue. No se rinden, ni reniegan de su verdad. En este “oasis” consiguen hacer realidad sus sueños, persiguen su felicidad y se les permite exteriorizarla, bailando, cantando, disfrutando, en definitiva viviendo.

La cámara no es una barrera, sino más bien funciona como medio de acceso a esa realidad, es la forma que tienen David y Blanca de acercarse a la gente del lugar. La cámara por tanto ha sido el nexo de unión. La fotografía como bien sabemos nunca es objetiva, pues el artista escoge el fragmento de la realidad que busca perpetuar, por lo que siempre refleja algo del artista. En este caso se aprecia la mirada tierna y repleta de respeto que David y Blanca han tenido a la hora de situarse tras sus cámaras y disparar.

Este proyecto me ha hecho pensar en cuántas historias como ésta siguen escondiéndose en la oscuridad de la noche, esperando impacientes a unos ojos comprensivos. Aguardando a que los iluminen, como en este caso se ha conseguido. Gracias a David y Blanca han logrado dejar de ser invisibles. Se les ha dado la oportunidad de viajar a diversos lugares de este mundo, en los que las miradas son menos prejuiciosas o al menos eso esperamos. Gracias por hacer visibles a cada uno de estos personajes.